Joan Lluís Montané - De la Asociación Internacional de Críticos de Arte.
La sensualidad sutil de la obra escultórica
La producción escultórica de Marisa Ordóñez se basa en la idiosincrasia de la figura de la mujer, fundamentalmente.
Trabaja en una gran diversidad de materiales, desde maderas de distinta procedencia, destacando la de niangó pintada, pasando por su experimentación sobre piedras areniscas, pizarra, ágata y mármol, entre otros.
Una de sus características comunes es su simplicidad de trazos, destacando el perfil de la anatomía de sus personajes esencialmente femeninos. Su aproximación a la mujer parte de una actitud serena, casi contemplativa, determinando sus alcances, sin utilizar excesivos elementos de contraste. En realidad emplea, sobre todo ángulos curvos, pocas líneas rectas, y, cuando lo hace, procura dulcificar los rasgos generales de la composición. Es una escultora que refleja la sensualidad sutil de la forma, porque comunica el ideal de paz a sus personajes.
Emplea el color en escultura para modificar el color real de los materiales, para pintar en el volumen, elucubrando sobre su representación, dado que el color le confiere modernidad. Mientras que emplea materiales tradicionales como el mármol, madera o areniscas, lo cual nos introduce en un diálogo entre lo clásico, que es la base en la que fundamenta su discurso material y el color, que es su compromiso con el hoy. Un compromiso que parte de la biología, del cuerpo físico, que es alegoría simbólica de la mujer, considerada como eje fundamental de su desarrollo. Ésta es mito, superación, armonizando su representación con la dinámica de Henry Moore, en conexión con la vanguardia histórica y el primitivismo del Pacífico y África.
La reivindicación de la independencia de la mujer en la pintura
Siempre es la mujer el personaje central de su obra pictórica. En el fondo es autobiográfica, es decir que se está representando a sí misma. La suya es una actitud de reivindicación, en el sentido de optar por la mujer como elemento capitalizador de energías, huyendo de lo estético, emplazándola como iconografía alegórica, como si fuera elipses, metáforas, alegorías, mostrando con ayuda de los títulos, una actitud irónica en ocasiones, mientras que en otras es más directa, o bien inocente y sensible. Según su interés el sentido final de su temática cambia, pero la figura de la mujer como personaje se mantiene constante.
La presencia femenina no es un ideal de belleza, porque no pretende ser descriptiva, sino que, a través de dibujos de clara ascendencia escultórica, muy próximos al primitivismo, elabora en técnica mixta, pintura de gran cromatismo, aunque sin introducir excesivas tonalidades ni variantes cromáticas.
Simplifica la forma, elimina ángulos y líneas rectas, abusando de la curva y de las conformaciones circulares o semicirculares, evidenciando un interés claro en mostrar al espectador el protagonismo de la mujer, sin menoscabo de su personalidad, al margen de su supeditación al hombre. Reivindica su independencia, su cohesión como personaje en sí mismo y su elección ante el universo que la contempla.
La forma
La serenidad de la nomenclatura de la forma cautiva al espectador en la escultura, esencialmente femenina, de Marisa Ordóñez. Una artista creadora que bucea en las interioridades del volumen para potenciar la sensualidad del entramado formal en toda su dimensión.
Exhibe formas evidentes, de gran formato, que oscilan entre la sugerencia y la sensualidad del gesto, resaltando las curvas en un entorno ágil y específico, en el que el receptáculo final está basado en la circularidad de las esencias.
No hay lugar para la especulación, porque las curvas denotan un talante especial, sensible, denso, formado por expresionismos mediterráneos fundados en la ambivalencia y la complejidad de resultados final. Complejidad estructurada en torno a la figura central de la mujer.
La búsqueda de un concepto formal sensual
La creadora leonesa, afincada hace muchos años en Barcelona, indaga en su escultura dentro de un mundo formal estructurado en base a gestos, curvas, formas redondas, ausencia de ángulos rectos, de líneas agresivas, todo ello buscando el equilibrio, la armonía existente en la suavidad y voluptuosidad de las curvas femeninas por sí mismas. De hecho representa la figura de la mujer como eje central, en diferentes poses y actitudes, buscando la forma pura, el gesto natural, el equilibrio estructural sin forzar, asentando una dinámica natural, casi naïf. No es seguidora de este concepto, pero, emplea una cierta actitud de bondad, eliminando agresividad, buscando nutrir con el contraste formal y la suavidad estructural, los conceptos que nutren la propia idiosincrasia de la vida.
Es una escultora que posee una gran predilección por la sensualidad formal, el mundo del gesto, los recovecos, descubriendo constantemente rincones poéticos que delimitan sus intenciones, siempre en línea con el cambio constante la variación de lo inespecífico, la formulación y reformulación de la dinámica circunstancial de la caricia del material.
Emplea madera, mármol, alabastro, bronce y piedras de diferente composición, todas ellas caracterizadas por la suavidad de planteamientos o bien por su cromatismo. En ocasiones, respeta su color natural, mientras que, en otras, prefiere pintarlas de manera monocromática, insuflándolas una idea de modernidad evidente que resalta la silueta femenina, que reduce las texturas y formas a una expresión sintética pero elegante de la mujer.
El color es el catalizador del cambio, dado que le permite eliminar detalles, sintetizar formas, concretar texturas, concentrando el poder del volumen en la estilización del gesto, en la nimiedad del estilo, dado que lo importante en este contexto es la idea que expresa.
Buscadora constante de un estilo propio, lo consigue, a partir de la idea central de la mujer, formada por generosas curvas, a la que presenta en actitud de descanso, meditación, contemplación, de serena bondad, de quieta espera.
Potenciadora del movimiento, se concentra en el dinamismo del color, que es quien sintetiza la forma, extrapolando la estructura dentro de discursos en los que lo importante es el resultado final y no el detalle de una determinada zona.
De actitud contemporánea, dota de simbolismo a sus mujeres, implicándolas en el cambio social, en la perspectiva de lo complejo.
Entre la alegoría y la dinamicidad de lo real
Formas que poseen un claro significado, otras que son síntesis de alusiones, la obra escultórica de la creadora plástica afincada en Barcelona, está situada entre la alegoría y la dinamicidad de lo real.
Emplea la figura de la mujer como parte fundamental de su discurso. No busca representarla de manera detallada, sino que la emplea como motivo icónico, que da sentido a la temática, utilizándola como referencia, para, luego, ir más allá de la propia anécdota que en el fondo presenta.
En otras ocasiones su ironía es tan evidente que lo único que hace es utilizarla en situaciones en la que sus compañeros escultores siempre emplean a un personaje masculino. Pero su feminismo escultórico no supone una militancia social directa a nivel plástico. Es decir que su obra va más allá de las limitaciones del arte social, estando libre de consignas políticas, pero se encuentra dentro de la línea habitual del compromiso de la artista que supera los limites habituales impuestos.
Sus mujeres escultóricas son la misma mujer, es la propia Marisa Ordóñez, su abstracción, que se mira a sí misma, se ríe y también llora, decantándose con claridad por la vida.
Creadora de una estética propia, sus volúmenes son acariciadores a nivel formal, sólidos de apariencia, dinámicos en su postura, nutriendo una actitud de gran fortaleza en la propia evidencia de lo sugerente. Lo real es lo que pretende aludir, mientras que el símbolo no existe, es una idea de lo posible. En consecuencia su formulación artística descansa en la poesía de la existencia, dado que no describe, solo plantea ideas, que se materializan, pero, a la vez, solo existen en su imaginación
El primitivismo y la escultura
El primitivismo sustentado por la vanguardia histórica conecta con las posibilidades expresivas más íntimas de las culturas antiguas. Conexiones con el concepto de lo ingenuo que superan las limitaciones de la ecuación espaciotiempo. Marisa Ordóñez conecta con las posibilidades ancestrales de las culturas primitivas, pero, también, enlaza con las culturas de la primera mitad del siglo XX.
Su creación posee similitudes con la obra escultórica de Henry Moore, pero también tiene componentes picasianos y totémicos.
Lo primitivista en Marisa Ordóñez, consiste en delimitar el sentido final de las formas, dirigiéndolo hacia la vertebración de una realidad animista, que represente con pureza e ingenuidad posible el espíritu de los ancestros. De ahí que la pretendida sensualidad formal de sus esculturas tenga algo de primitivista, en el sentido de buscar la trasparencia y la inocencia, eso sí alejada de lo naïf y próxima a las culturas primitivas. Es una manera de dar las gracias a la naturaleza, a los dioses de la creación y a todas las almas de los antepasados.
En el fondo la escultura de Marisa Ordóñez recupera, en parte, la verdadera unión del ser humano con la naturaleza y la bondad de las cosas. Presenta a la mujer en una gran diversidad de poses; en una delimitación de la verdad más escondida; como producto resultante de su poder de accionar el mundo. De ahí que sus mujeres sean grandes, con volumen, seguras, atractivas, tranquilas, serenas, ensimismadas pero honestas. No hay voluptuosidad porque existen por sí mismas, poseen la idiosincrasia de la serena bondad.
Tienen un halo de serenidad de quien se sabe poseedor en todo momento de la razón, no en base al desarrollo de una actitud de poder, sino en función de la expresividad del momento; del dejar fluir los sentidos, dirigiéndolos hacia estados de la conciencia especialmente libres de concomitancias negativas.
La mujer no busca el poder sino la libertad, es transportadora de sentimientos, posibilitando el verdadero autoconocimiento. De ahí que nunca emplee, si es posible, ángulos rectos.
La línea recta es símbolo fálico, es la representación del poder, corresponde a la fuerza del guerrero, está en línea con la energía y la dominación. La mujer es belleza, contemplación, certeza, espiritualidad, maternidad, sabiduría, bondad, imaginación y creatividad.
La sociedad del futuro es imaginativa, dotada de creatividad, con gran potencial espiritual y con la sensibilidad puesta en los avances tecnológicos. De ahí que las mujeres representadas por Marisa Ordóñez en su obra parecen mirar al futuro. A ese futuro dotado de razón y ciencia. A ese futuro singular y único, especial, en el que la mujer, gracias a la tecnología, desarrollará un papel fundamental y sin discriminaciones, a la par con el hombre. De ahí que en su obra Marisa entronca la idea de la mujer dentro de una actitud primitivista, dado que busca las raíces, su pasado, para poder analizar mejor su evolución. La mujer es el símbolo de la transformación del mundo; libre de cortapisas, sin las losas de la Edad Media y con un inminente cambio mundial espiritual en ciernes. La creadora, afincada en Barcelona, entiende que hay que estar en armonía con las necesidades del hoy en la creación escultórica para construir el futuro e implicarse como artista.
La forma femenina en el punto de mira
Marisa Ordóñez, escultora, pintora e ilustradora. Esencialmente escultora, trabaja con diversos tipos de materiales, especialmente con piedras, mármol alabastro, madera y bronce. Su creación se caracteriza por su tratamiento de la forma y por concentrarse en la figura femenina.
Heredera de la tradición de Henry Moore, de los primitivistas que buscaban conceptuar sus creaciones siguiendo los ritos sagrados de la realidad espiritual que los envolvía, construían un mundo ingenuo, bondadoso, sutil, en el que sus geometrías son elementales pero expresivas y sus personajes sin violencia viajaban por los vericuetos de lo ancestral. En la obra escultórica de Ordóñez, bien sea en alabastro, madera o bronce, la mujer emerge como temática fundamental y casi me atrevería a decir que única.
Es considerada como centro del universo, como la forma de las formas, dotada de volumen, apartándose de la estilización griega y romana; adentrándose en los parámetros de Botero pero alejándose de sus propósitos finales.
La mujer de Marisa es de formas generosas, evidentes, que destacan por su dedicación permanente a la verdadera esencia femenina: el hecho de ser mujer propiamente dicho y todas sus implicaciones que ello conlleva. De ahí que huya de la feminidad tal como se entiende dentro de un planteamiento masculino y busque una nueva forma de expresión de las formas y estructuras que la caracterizan alejadas del lucimiento femenino tradicional.
De rasgos prominentes, acentuando el cuerpo y sus partes, dotada de sensualidad y suavidad, con actitud maternal, por el hecho biológico de serlo, como también nutrida con el conjunto de sentimientos específico, mediante los cuales su acción está dirigida hacia un fin último: la recreación femenina de la realidad. Es lo que llevaba a cabo Picasso, cuando buscaba la experimentación constante, la consecución de nuevas formas a partir de la desestructuración de la realidad. En este caso de una realidad marcada por la forma femenina en el punto de mira.
Color y forma en el dinamismo escultórico
La obra escultórica de Marisa Ordóñez se caracteriza por presentar una preponderancia biológica, de formas orgánicas, claramente delimitada, pero sin pretender acaparar un dominio abrumador. Es decir que incide en la biología como parte de la existencia, como si fuera algo natural, surgido de la propia realidad, a la que no podemos renunciar, pero, a la vez, establece un discurso mediante el cual incorpora color al volumen, en el sentido de exhibir la fuerza de la escultura a partir de la eliminación del detalle para potenciar, de esta manera, mejor sus formas.
Sintetiza formas, elimina ángulos, incorpora curvas, líneas redondas, formulaciones suaves que incrementan el aspecto dinámico de sus producciones.
El eje temático fundamental circula en torno a la mujer, a la imagen femenina considerada como punto álgido de su idea central. No es casualidad, dado que la presenta como eje del mundo, madre, líder, atleta, pensadora, determinante, decisoria, pero al margen de la violencia y de la guerra. En el fondo está comunicando sus anhelos de un ser humano superior al existente hoy, en el que destaca la inocencia, no exenta de sensualidad, delicadeza y atractivo.
Su concepción femenina es elegante, posee una clara alegoría clásica, pero, también, incorpora postulados que proceden tanto de las vanguardias históricas como también del discurso de las civilizaciones primitivas.
Su escultura es elaborada, aunque procura no abusar del contraste de líneas, hallando en los recovecos, ondulaciones, ángulos escogidos, espacios para la calma, solo mediatizados por la acción del color, siempre monocromo, que impregna en toda la superficie de su creación, bien sea en un material como la madera o en piedra arenisca.
El culto a la forma a través del color produce dinamismo, idea cinética estructural que conlleva, en paralelo, una dedicación eficiente energética que inocula al material para transformarlo, pero, sin renunciar a la base que le da sentido, aunque ésta no quede a la vista del espectador.
Círculos y piedra filosofal
La presencia de círculos en su obra escultórica, concadenados, estructurados de tal forma que conducen su creación por el sendero de la iluminación, por la recta senda de quien se siente buscadora de la esencia sublime que nos define y que, sobre todo, define a la mujer, entendiéndola como ser humano que posee su propia sensibilidad diferenciada y su proyección individual dentro de lo universal. De ahí que el círculo, la curva, la ondulación, el semicirculo, la semicircunferencia defina su escultura.
El circulo y la ondulación son la reafirmación del arte femenino, de la sensibilidad de la mujer, su auténtica piedra filosofal.
Picasso combina círculo con rectas y ángulos. El cubismo es una desestructuración de la realidad, buscando sus expresividades más escondidas.
La expresividad es la verdad de las cosas, en el sentido de que consigue eliminar lo superfluo para resaltar la verdad sin condicionantes. No hay condiciones, es el propio artista quien impone los límites. De ahí que Marisa Ordóñez trabaje con el circulo y la curva para transformar la forma en feminidad, donde la curva es sinónimo de vida. Es un signo vital enaltecedor de la verdad de lo femenino. La curva es la mujer abierta de piernas con la nueva vida naciendo.
No hay líneas rectas en el cuerpo femenino, todo está pensado para la maternidad. Curvas, círculos, semicírculos, circunferencias. Una circunferencia, que es curva ante todo, que delimita, dirige y conforma su sentido último y que conecta la obra escultórica de Marisa Ordóñez con la de los primitivistas, con los creadores que interpretan, de nuevo, el animismo ancestral de las tribus africanas, o el culto a los dioses egipcios, o bien de los artistas pertenecientes a las civilizaciones maya e inca en América.
Mayo de 2009 Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona)
El poder transmutador de la forma pura y la evidencia en relación al alma de las cosas
Evoca en sus esculturas la fuerza de la serena verdad de lo iluminado posicionado en la materia como parte de la revelación del gran misterio de la vida.
La vida es tan grande que no se abarca nunca en su totalidad. Es una fuerza que desbocada se va transformando, posicionándose en una dinámica de gran elevación de lo pulido, sereno y atemporal en el caso de su escultura.
La creadora leonesa Marisa Ordoñez, residente en la Ciudad Condal desde hace muchos años, expone su obra escultórica en la Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona) próxima al Monasterio, juntamente con las creaciones de Ana María Beaulieu, Salvador Valente y Jesús P. Villanueva, del 2 de abril al 2 de mayo de 2009, con el título ‘Entrellaçats’ (Entrelazados).
Plasma el poder de la forma, de lo materno, de la evidencia femenina, de la alegoría sinuosa, curvas, insinuaciones curvilíneas y alegorías sutiles que se transmutan con gran determinación, siguiendo la estela de un movimiento continuo.
Un movimiento que es parte de la propia evidencia de la esencia. Es una escultora de esencias, que se empapa del paradigma, que abraza la poesía, para profundizar en lo alegórico, pero sin llegar a lo descriptivo.
Insinúa, a veces, determina, pero, siempre, dentro de una actitud que se instala en el viaje consecuente.
En Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona) podemos contemplar también una instalación de Marisa inspirada en el texto Las Metamorfosis, del libro primero de Ovidio, acto de creación del ser humano, en la que profundiza en la dicotomía materiaforma.
En dicha instalación plasma lo material para mostrarnos el poder de la vida pero, a la vez, la evidencia del más allá, dándole sentido verdadero a lo que vemos y sentimos. En el fondo se cuestiona en relación al alma y el espíritu, en una dinámica en la que lo importante es lo que se constata, pero lo que prevalece es lo que no se ve pero es determinante. Dicha instalación es determinante en el pensamiento de Marisa, supone una evolución en su creación porque va más allá de lo concreto para concentrarse en la expresión, en el poder de la idea.
Mayo de 2009 Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona)
En Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona) junto al Monasterio, Marisa Ordoñez, junto con Ana María Beaulieu, Salvador Valente y Jesús P. Villanueva, del 2 de abril al 2 de mayo de 2009 exhiben su obra en una exposición a cuatro titulada ‘Entrellaçats’ (Entrelazados).
La obra escultórica de Marisa Ordóñez está en la línea de síntesis formal, en la evidencia de lo puro esencial. Se decanta por las superficies pulidas, nutridas de formalidades y determinaciones en todos los ámbitos de la experimentación.
En este caso se concentra en el trabajo sobre piedras areniscas pulidas, mostrando la elegancia de la forma suave, de la forma pulida en aras a conseguir la perfección alegórica. Indaga y hace mella en lo perfecto suave y delimitado, como catarsis casi amorosa con la piedra.
Se cuestiona con respecto a los valores, buscando la profundidad de la existencia a partir de su experimentación con el material. Parte de lo austero para interesarse por la dinámica del cambio en el punto de conexión profundo de las cosas que evolucionan sin cortapisas.
Busca la concreción, porque en la disponibilidad sintética se encuentra el silencio del interior, la evidencia del camino que se plasma en el punto álgido del cambio continuo.
Además de sus esculturas muestra una instalación basada en el texto Las Metamorfosis, del libro primero de Ovidio, acto de creación del ser humano, profundizando en la dicotomía materiaforma, evidencia y sugerencia de lo esencial. Se interroga con respecto al camino interior hacia la dinámica del no tiempo.
Mayo de 2009 Casa de Cultura de Sant Cugat (Barcelona)
"Entrellaçats"
Formas que poseen un claro significado, otras que son síntesis de alusiones, la obra escultórica de la creadora plástica afincada en Barcelona, está situada entre la alegoría y la dinamicidad de lo real.
Emplea la figura de la mujer como parte fundamental de su discurso. No busca representarla de manera detallada, sino que la emplea como motivo icónico, que da sentido a la temática, utilizándola como referencia, para, luego, ir más allá de la propia anécdota que en el fondo presenta.
En otras ocasiones su ironía es tan evidente que lo único que hace es utilizarla en situaciones en la que sus compañeros escultores siempre emplean a un personaje masculino. Pero su feminismo escultórico no supone una militancia social directa a nivel plástico. Es decir que su obra va más allá de las limitaciones del arte social, estando libre de consignas políticas, pero se encuentra dentro de la línea habitual del compromiso de la artista que supera los limites habituales impuestos.
Sus mujeres escultóricas son la misma mujer, es la propia Marisa Ordóñez , su abstracción, que se mira a sí misma, se ríe y también llora, decantándose con claridad por la vida. Creadora de una estética propia, sus volúmenes son acariciadores a nivel formal, sólidos de apariencia, dinámicos en su postura, nutriendo una actitud de gran fortaleza en la propia evidencia de lo sugerente. Lo real es lo que pretende aludir, mientras que el símbolo no existe, es una idea de lo posible. En consecuencia su formulación artística descansa en la poesía de la existencia, dado que no describe, solo plantea ideas, que se materializan, pero, a la vez, solo existen en su imaginación.
Agosto 2000 Iglesia de El Vilar, Castellbell i el Vilar (Barcelona)
La serenidad de la nomenclatura de la forma cautiva al espectador en la escultura, esencialmente femenina, de Marisa Ordóñez. Una artista creadora que bucea en las interioridades del volumen para potenciar la sensualidad del entramado formal en toda su dimensión
Exhibe formas evidentes, de gran formato, que oscilan entre la sugerencia y la sensualidad del gesto, resaltando las curvas en un entorno ágil y específico, en el que el receptáculo final está basado en la circularidad de las esencias.
No hay lugar para la especulación, porque las curvas denotan un talante especial, sensible, denso, formado por expresionismos mediterráneos fundados en la ambivalencia y la complejidad de resultados final. Complejidad estructurada en torno a la figura central de la mujer.
Marzo1996 Centre Cívic Matas i Ramis. (Barcelona)
Protagonista la Dona
Marisa Ordóñez es una escultora que centra su producción en la dinámica de las formas entendida como estructura central de la teoría que potencia el discurso de la mujer-símbolo, mujer-biológica o la mujer creadora de las condiciones que transforman el mundo circundante, Las formas de su creación volumétrica están emplazadas para potencias el equilibrio de la asimetría, recuperando el movimiento natural, aunque exagerando la composición.
El culto a la mujer no es muy forzado, sino que surge de un posicionamiento particularmente de interés: es el hacho de presentarla como norte, como guía de los anhelos en la creencia de una nueva civilización. Una civilización que transforma el mundo, potenciando aspectos humanos del mismo, para presentar una pléyade de posibilidades más diversa, en la que combinan sutilidad con fragilidad, culto a la fuerza, enaltecimiento del cuerpo, pero sin dejar la femineidad.
Trabaja en mármol, piedra, resina, bronce y madera.
En los inicios está influenciada por el mundo greco-romano, mientras que posteriormente, enlaza con los primitivistas y también con Henry Moore y los cubistas. Su última producción, en la que elimina las influencias descriptivas y exhibe una síntesis absoluta, incorpora el color a su obra, hasta el punto de evolucionar en el sentido de exhibir una dedicación a los planteamientos Pop, de seleccionar aquellos elementos de la cultura contemporánea y presentarlos textualizados para imprimirles una función diferente a la inicial.
En este caso la mujer para Marisa Ordóñez, deja de ser mujer para convertirse en símbolo de vida, producción y creatividad humana. En este contexto Marisa Ordóñez también presenta series de pintura del mismo tema que se dividen en cuatro apartados fundamentales: Serie de collages, donde inserta una obra basada en la figura femenina que una vez recortada pega sobre fondos pictóricos. Serie basada en la figura femenina en solitario. Serie fundada en los grupos de mujeres mostrados en aptitudes que implican movimiento y, finalmente, la serie que presenta a la mujer como un símbolo-signo de los tiempos en las que concurren líneas que abstraen la composición.
Noviembre de 1.995 "Evocaciones personales". Galería Nou-Cents. (Barcelona)
La búsqueda de la belleza y la austeridad
Existen artistas que son muy barrocos y complejos. Para expresar aquello en lo que creen utilizan todo tipo de recursos y medios que encuentran a su alcance. Hay otros creadores que prefieren lograr una síntesis de los mismos, eliminando todo lo superfluo y abandonando los detalles más ingenuos. A esta segunda categoría de artistas pertenece la escultora Marisa Ordóñez. Su obra muestra todas las posibilidades de expresión de la belleza, no sólo de la belleza formal exterior sino también de las aplicaciones de la belleza interior de las cosas y de las personas. Un concepto de la belleza que expresa el mejor camino que hay que seguir para conseguir encontrar el sentido de las cosas. Una explicación que no es compleja sino directa. La belleza no necesita adornos, sino que se muestra tal como es. Pero, en el caso de Marisa Ordóñez el concepto de belleza es también una actitud o estado del alma humana.
Utiliza para expresar formalmente el concepto de lo bello la figura de la mujer. Profundiza en la belleza neoclásica y renacentista de la misma. Pero no sólo se interesa por la mujer occidental o la mujer universal vista según los cánones europeos del arte.Marisa Ordóñez también esquematiza la escultura, buscando expresar con el mínimo de formas geométricas posible el contorno y la superficie de la forma, dentro de un planteamiento entre neo-cubista y neo-expresionista, a medio camino entre Picasso y Henry Moore.
En los inicios trabajaba las piezas individualmente, no incluyéndolas en series para, más tarde, plantearse auténticas series temáticas, desarrollando el concepto, dado que lo aborda desde distintos planteamientos.
Marisa Ordóñez trabaja con una gran diversidad de formatos y materiales: madera, mármol, alabastro, fundamentalmente. Prefiere los materiales naturales frente a los elaborados por el hombre o manipulados, en un afán de utilizar los instrumentos y materiales de la naturaleza.
Mayo de 1.993 Centre Cívic Matas i Ramis. (Barcelona)
Ritmes i Formes Signo, gesto, curva, expresión fugaz, material sensual, actitud efímera
Viaja a través de los prolegómenos de la curva, sube y baja, asciende y desciende, en ocasiones varias veces, rodeando monumentos que son otras curvas. Formas femeninas, la mujer como norte de la humanidad, que asciende y desciende, fomentando el calor de la vitalidad del gesto, que se sale de lo programado, pero, a la vez, vuelve a sus límites, controlado, como cuando un cantante de ópera modula y enseña su respiración abdominal.
Marisa Ordóñez, tanto en su producción pictórica como en escultura, emplea la mujer como eje principal de su discurso plástico.
No es partidaria de ángulos rectos ni de excesivas líneas, de ahí que todo sean curvas, que modelan, persiguen, estructuran, liberándola de corsés pre-establecidos a la mujer, considerada como personaje, pero antes símbolo, fragmento de una poesía inconclusa, que no acaba de liberarse, soltarse con entera liberad.
Hay un principio de realismo que subsiste, perdurando en la vitalidad encontrada de la armonía formal, que descansa en el signo, gesto, curva, expresión fugaz, que se expresa en el material sensual –unas veces madera, otras piedra arenisca y también en mármol-, buscando ir más allá de la actitud efímera, dado que no capta el momento, sino el instante del momento. Pero, lo hace de tal manera, que la inmortaliza, es decir que, sin renunciar al gesto, es capaz de viajar a la velocidad de la luz, permitiéndole ser divina y humana a la vez.
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